Investigando sobre vivienda y barrios obreros

Poblado Dirigido de Fuencarral, año 1960

Mis dos próximas novelas están ambientadas en un barrio ficticio de Madrid en 1972 y 1981 respectivamente, y me gustaría aportar algún anexo informativo a la primera de ellas, si a la editorial y a mis lectores os parece adecuado. Espero que la publiquen el año próximo, así que, mientras llega ese momento, os hago un breve aporte. Decidme vosotros, por favor, si os resulta lo suficientemente interesante como para incluir unas pocas páginas más con este tipo de información detrás de la novela, que es sola y pura narrativa.

Cuentan los historiadores que la problemática de escasez de vivienda obrera se produjo durante el desarrollo industrial, a finales del XVIII. Los trabajadores que se acercaban a los centros productivos desbordaban las posibilidades habitacionales de esos lugares. Los bajos salarios, unidos a la precariedad laboral, no les permitían conseguir una vivienda asequible y suficiente, así que las familias vivían en cuartos realquilados, chabolas improvisadas y hasta, en algunos casos, cuadras, almacenes, o edificios originariamente destinados a otros fines.

En el XIX surgieron promotores particulares que vieron en esa demanda de viviendas una forma de obtener rentas seguras con poca inversión. Proliferaron así construcciones de casas baratas destinadas al alquiler. En Gijón, hace solo unas semanas, he visitado uno de esos complejos para trabajadores, la Ciudadela de Celestino Solar. En algunos lugares, como minas o fábricas, ante la debilidad del Estado, las propias empresas edificaron viviendas para sus operarios.

En el XX el problema de proporcionar habitaciones dignas a las clases trabajadoras se acentuó. En la búsqueda de soluciones se implicaron higienistas, empresarios, arquitectos, e incluso propagandistas católicos. Y el propio Estado, a través de la Ley de Casas Baratas (1911), aunque con escaso éxito. En los años 20 y 30 las empresas aumentaron su política de promoción de viviendas para sus obreros y sus familias. Solo tras la guerra civil, la reconstrucción y la creación de nuevas viviendas fue el centro de las iniciativas sociales, porque era también una forma eficaz de propagandismo del Nuevo Régimen.

Como ya escribí más arriba, por pura necesidad, muchas empresas hicieron viviendas para sus trabajadores. En Madrid, todavía existen algunas de esas colonias industriales, como la de la Paz  construida por la Obra Sindical del Hogar para los trabajadores de Boetticher y Navarro,  o la Colonia Marconi para los operarios de la empresa del mismo nombre, ambas en Villaverde. O como los edificados por el Instituto Nacional de Industria, ya en los 50: el Poblado ENASA/PEGASO, en SanBlas-Canillejas, y el poblado IBERIA/Nuestra Señora de Loreto, en Barajas.

He recreado un barrio industrial en ambas novelas, y en las dos suceden hechos traumáticos que deben ser resueltos en un plazo temporal breve. Son de género negro, pero sin perder la perspectiva social que siempre me acompaña.

¿Qué os parece mi propuesta? Espero vuestras opiniones, que leais mucho y que tengáis buen verano.

Día del Libro 2020

El 23 de abril es una fecha estupenda para recordar a Cervantes y El Quijote.

Para ello he elegido un fragmento del capítulo VII de la primera parte. Se trata de un episodio que se considera esencial en la creación del personaje. También en el uso de la verosimilitud como técnica novelesca, un artificio que cientos de autores han valorado e intentado emular después.

Cervantes quiso hacer creíble a su protagonista. Y lo hizo tan bien, que mucha gente piensa que don Quijote realmente existió. De niña, por cierto, yo también lo creía.

Dicen los críticos que Cervantes tuvo un pariente con problemas psiquiátricos. Y que por eso supo describir con veracidad los síntomas, tanto en El licenciado vidriera (una de las Novelas Ejemplares), como en El Quijote. Estudios de psicólogos y médicos de prestigio abundan en la idea de que el pobre Caballero de la Triste Figura era un paranoico (bueno, creo que últimamente a esos síntomas se los denomina trastorno delirante). Y en que por eso se obsesionaba y perdía el sentido de la realidad. Por su enfermedad se creía las fabulaciones caballerescas, pero en cambio razonaba impecablemente en cualquier otra circunstancia.

En el susodicho episodio, don Quijote ha vuelto magullado después de su primera salida y sus amigos y parientes intentan evitar que vuelva a hacerlo quemando sus libros. Mandan incluso tapiar la entrada a su biblioteca. Luego fingen que un mago encantador se la llevó volando por los aires.

Pero resultó peor el remedio que la enfermedad. Porque una vez que el hidalgo comprobó que verdaderamente sus libros y el cuartito ya no estaban, tuvo una razón para creer en la magia. Y con ella intentó de allí en adelante adecuar las circunstancias extrañas con las que se iba encontrando. Todo lo atribuyó a las malas artes de ese mago enemigo suyo. Por eso no le extrañaba que los gigantes se transformasen en molinos, o los ejércitos en ovejas.

Así sucedió que, intentando ayudarle, sus amigos solo le dieron alas para seguir saliendo de casa a buscar aventuras.

Hoy es buen día y buena ocasión para releer nuestra novela más universal, aunque solo sea un fragmento, ¿no os parece?

La verosimilitud en algunos géneros

Llevo unos días viendo una serie que me desconcierta. Tiene muchos seguidores, pero me provoca rechazo por los continuos cambios ilógicos en el carácter de los personajes. Y por lo manido (y a veces inverosímil) de la trama.

Y como sería pretencioso suponer que esas discordancias solo las veo yo, deduzco, entonces, que sus muchos fans aceptan tales inconvenientes a cambio de otra cosa que consideran de mayor calado.

Supongo que entre los espectadores que la aclaman prima la búsqueda de un cierto tipo de entretenimiento ligero. Uno, desde luego, no muy exigente en cuanto a estructura y a coherencia. Uno con el que buscan desconectar, liberarse de problemas.

En realidad también a mí me está pasando que no me la tomo muy en serio y la veo con poca atención, revisando el móvil, o hasta echando una siesta.

Hay cosas que me gustan, como el atrezzo (en especial vestimenta, localizaciones y mobiliario). Además, la intriga me atrapa a veces. Y aunque suelo acertar en las predicciones, porque la trama está llena de tópicos, la tensión dramática está bien planteada y me empuja a continuar viéndola.

Sigo haciendo suposiciones y me planteo que sus seguidores conocen esos tópicos, que son conscientes de que se repiten (como en otras muchas otras historias románticas, o mejor, así la clasificaría yo, chik-lit) y no les importa. Que es eso lo que buscan: que les cuenten lo que ya saben pero les encanta volver a leer, o, en este caso, visionar.

Yo me había acercado a la serie creyendo que era una trama de época. Española, sí, pero imaginaba que pudiera ser un poco Downton Abbey, que, vale, es una joya. Y menudo chasco.

Continuar leyendo

Cómo conseguir un buen desenlace (II)

Termino esta serie de artículos con un resumen práctico de los cinco cierres más usuales y sus elementos característicos .

El protagonista gana

Los enamorados se casan, el detective detiene al asesino, el héroe lleva a cabo su misión: muchas novelas y películas tienen ese final feliz. Pero la victoria llega tras un largo proceso y una batalla feroz. A menudo, además, el personaje sufre una herida (interna o externa) que tendrá consecuencias para siempre.

  • el protagonista vence a la muerte (física, sicológica, social, profesional…) tras larga lucha
  • queda por encima de enemigos y antagonistas, consigue su propósito
  • pero la victoria siempre deja secuelas

El protagonista pierde

El personaje es derrotado por fuerzas físicas o morales, externas o internas. Puede morir, o ser destruido en lo laboral, familiar o sicológico. La derrota final es típica de las tragedias y puede producir como ellas una catarsis (la purificación sentimental que permite una mente más lúcida para prevenir errores vitales posteriores). Este final también es típico de la novela y el cine negros.

  • la muerte gana
  • el protagonista pierde (la vida, el honor, la salud…)
  • hay catarsis o lección moral

El protagonista se sacrifica

El personaje principal se ve en una coyuntura en la que ninguna salida es buena. Por ello decide sacrificar su interés personal en aras de otro común por alguien o algo que considera objetivos superiores a sí mismo y que realmente ama.

  • el protagonista está atrapado en un dilema moral
  • decide sacrificarse por algo (ideas) o alguien (otros personajes) que ama más que a su propia vida
  • muere emocionalmente, pero es recompensado con otro beneficio inesperado (Rick en Casablanca)
  • muere físicamente, pero salva a otros y se convierte en un héroe.

El protagonista gana pero realmente pierde

Parece que gana, pero lo que consigue es moralmente erróneo: ha engañado, se ha aprovechado, ha vendido su alma.

  • la muerte suele ser sicológica
  • el protagonista tuvo la oportunidad de rechazar la situación (avisos internos y externos), pero prefiere la opción inmoral a conciencia
  • consigue su objetivo, pero le cuesta el corazón, se queda hueco

El final queda abierto

Es el que más puede frustrar al lector, hay que elegirlo y ejecutarlo con sumo cuidado.

  • la muerte solo puede ser sicológica, porque si fuera física eso ya sería un final
  • la última batalla no tiene ganador claro
  • sin embargo se puede sugerir una cierta trayectoria
  • se necesita una FRASE FINAL MEMORABLE