
Apuntes del blog de Roltrigo:
25 de febrero y sin ti
Hola, Rodrigo, buenos días. Ya no sé qué decirte, estamos demasiado cerca del décimo noveno aniversario y me agobia pensar que llevamos tanto tiempo sin ti.
Sin ti. Me pregunto cómo habría sido la vida si estuvieras con nosotros. Dónde vivirías, donde estarías trabajando, quién sería tu pareja, si tus hijos se te parecerían…
A dos semanas de un nuevo aniversario, te sigo añorando y queriendo con todo mi corazón.
Millones de abrazos de oso. Hasta prontito: Mamá.
Una semana antes
No importa cuánto tiempo pase, el aniversario sigue teniendo los mismos malditos bordes afilados. Y cortan igual de profundo que antes, que siempre, que otras veces.
Me cuesta escribirte, Rodrigo. Odio tener que comunicarme así contigo, de esta manera rudimentaria y triste. No hay enlace directo con ese mundo en el que quiero pensarte feliz y esperándonos.
Lloro de pena y de rabia mientras anoto estas pobres líneas. Te echo de menos, me duelen los abrazos que se nos quedaron pendientes. Y la vida que no llegaste a vivir, quizá sencilla y a menudo difícil, pero tuya, nuestra.
Envíame fuerzas para soportar otro once de marzo.
19 veces 11 de marzo
Te escribo cada sábado, Rodrigo, pero este nuevo once de marzo se me hace muy cuesta arriba. No quiero pensarte en este día terrible. Tú eres mucho más que esas horas de búsqueda desesperada.
Papá, tu hermano y yo volveremos a Atocha en tu honor y con tu nombre en los labios. Tu ausencia sigue doliendo, muy honda y muy áspera.
Este año el pruno no ha florecido aún, pero pronto sus flores rosadas señalarán donde está tu casa, hijo. Y el camino de regreso que no pudiste hacer. Da igual el tiempo que haya pasado, nosotros seguimos esperándote.
No tardes.
Dos días después
Este once me ha resultado breve, rudo y ajeno. Ay, Rodrigo. Supongo que me pilló en una fase de aspereza emocional, que, me temo, todavía sufro. Así que anoto estas frases por si la costumbre de escribirte logra hacerme reconectar contigo.
El once me sentí como el pruno de la entrada, que, contra lo habitual, no tenía flores. Pero el árbol finalmente floreció, justo la tarde de ese día. Y yo no lo he hecho con él. Y sigo mustia, y yerma, esperando recobrar la sensibilidad; esperándote, hijo.
