
Hace poco se me rompió una muela mil veces empastada. No resistió más, la pobre, apenas dieciocho meses desde el último intento. Y ya no había más remedio que endodoncia, reconstrucción y corona. Vamos, un montonazo de citas con mi nueva dentista. Del dolor de mandíbula y el de la cartera, cuando abone todas las facturas, mejor ni hablo. Lo doy por obvio.
Desde que se me jubiló mi dentista de siempre me siento un poco huérfana, aunque la nueva clínica ya me lleva atendiendo dos años. Y en medio de la pandemia, con problemas de contagios, no estaba entre mis intenciones apuntarme a una ristra de consultas, pero me ha tocado en suerte, qué le voy a hacer.
Andaba yo en la salita de espera, procurando no escuchar mucho el ruido del torno y poniéndome nerviosa con las noticias de la tele (menos mal que solo con subtítulos), así que saqué el móvil para distraerme un poco. Para mi sorpresa, tenía un mensaje electrónico de una editorial, interesándose por mi novela Nina. ¡Qué ilusión!
No sé adónde llegará el asunto, puede que a nada, pero me alegró el día y soporté una endodoncia larga, de tres conductos, con otro ánimo. Cruzad los dedos por mí, amigos.
Cruzados están y por ambas manos y pies
Muchas gracias
Muy bien, querida Marisol. Ya el hecho de que se interesen por tu novela es bastante satisfactorio, pero seguro estoy de que llegará a buen puerto, con su definitiva publicación. Merece la pena todo el trabajo, imaginación y talento que has puesto en ella, por lo que te deseo que así sea, a la brevedad posible.
Me gustó la historia del tratamiento dental y la manera de afrontarlo con buen ánimo después de la noticia. Solo así me atrevería a ir a una consulta médica u odontológica, que son de espanto, más aún en las condiciones actuales en las que el bicho ronda todos los espacios.
Enhorabuena, Marisol, no dejes de mantenernos al tanto del curso de estos acontecimientos.
JA
Gracias, amigo.