Jordania 2000 versus 2022

Con JC en el desierto (castillo de Al Hallabat)

Acabamos de volver de nuestro viaje a Jordania, en noviembre, un mes que suponíamos tranquilo, pero no. Lo de las multitudes ya no entiende de temporadas.

Tenía yo un recuerdo romántico de Amán, Jerash y Petra, pues cuando acudí en julio de 2000 la cosa no estaba tan masificada como ahora. A ese respecto, lo que más me entristeció fue que el camino por el desfiladero de Petra se ha convertido en un continuo ir y venir de grupos, caballos, carros y hasta cochecillos eléctricos.

Ahora, en 2022, el guía español nos aseguraba que el gentío era aún mayor durante el verano, y mí me resultaba difícil de imaginar, porque en ocasiones (por ejemplo, en la plaza del Tesoro) parecía no caber ni una sola persona más. Lo que habíamos ganado, concluía, viajando hasta allí en otoño, era no haber tenido que soportar las altas temperaturas de julio y agosto. En fin, el que no se consuela es porque no quiere, dice el refrán, y yo no me quejo, que conste.

Porque viajar a Jordania merece la pena. Incluso repetir, como yo. Y es mucho más agradable ponerse a ratos un chubasquero o una chaquetita que sudar los más de cuarenta grados del desierto, así que la primavera o el otoño son las épocas más recomendables. El que pueda.

Mis recuerdos lindos de la Jordania del año 2000 incluían también a un joven y animoso guía turístico que hablaba de su país y de su familia, de las costumbres y usos, con optimismo. Decía haber visto la mejora exponencial de sus condiciones de vida, creía que su patria progresaba y presumía de que sus hermanos y hermanas habían podido estudiar, y casarse a su gusto. No renunciando a su costumbres y creencias, pero con una apertura emocional que no vimos en absoluto en el guía jordano que nos tocó en esta nueva visita.

El hombre era un sesentón amargado, fundamentalista recalcitrante, que nos colocaba suras del Corán sin venir a cuento, y que hacía reflexiones muy retrógradas sobre el supuesto deterioro de su sociedad en cuanto a las costumbres. Por ejemplo, se quejaba de que una de las princesas reales fuera a casarse con un extranjero no musulmán, porque ese mal ejemplo, especialmente para jóvenes como sus hijas, provocaba que pudieran pretender algo tan terrible más adelante. A su parecer, su gente necesitaba una vuelta a las tradiciones, que incluía, por cierto, una sumisión total en las mujeres. Recuerdo que cuando nos lo contaba íbamos en el autobús, de vuelta de alguna de las excursiones, y el grupo al completo, normalmente ruidoso, quedó en un silencio absoluto e indignado que duró mucho tiempo.

Algunas féminas intentaron conversar con él, como si se le pudiera hacer entrar en razón. Su último argumento me pareció de otro siglo: que cada quien debe portarse adecuadamente porque hay cielo e infierno, son los libros sagrados de los musulmanes los que dicen cómo se debe vivir, y punto redondo.

Mi impresión final, en comparativa, es que todo se ha teñido de turismo de masas, con suvenires de baja calidad, precios exagerados y los afanes de rapiña de los que tienen que vivir de ese turismo. Tuve la sensación, a menudo, de que los empleados necesitaban redondear sus escasos salarios. Y que los que mercadeaban por su cuenta se sabían ya las mañas para no devolver cambios o pedir más o menos según la pinta del turista que tuvieran delante.

En lo personal, sin embargo, fue una semana maravillosa, compartiendo con mi marido lugares, emociones, comidas, nuevos amigos y experiencias. Espero que podamos seguir viajando, ahora que la pandemia vuelve a darnos esa oportunidad.

Acerca de Marisol

Filóloga, profe y escritora, aunque ese es solo un orden cronológico.

2 comentarios

  1. Marisol, te entiendo perfectamente porque aquí tenemos un caso parecido: el Camino de Santiago.
    Cuando lo hice por primera vez a finales del siglo pasado había que » sudar la camiseta » independientemente de la época del año ( incluso en invierno ) y hoy es todo » organizado » y a prisas, SOLO por conseguir la Compostela por resumirlo brevemente
    Yo pensaba que la pandemia «limpiaría » el Camino de todo ese mogollón, pero no ha sido así .
    Es lo que nos toca vivir.

    • Pues sí, lamentablemente en España sabemos mucho de turismo de masas. Corroboro lo que cuentas sobre el Camino. Me defraudó en 2003, también por masificado, así que ahora, veinte años después, y con lo que cuentas, me lo imagino y me echo a temblar.

      Pero es lo que tenemos. Y quedarse en casa llorando no arregla nada.
      Por ello, vivamos las experiencias lo mejor que seamos capaces y ¡¡adelante!!

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