
Me cuesta llamar «novela» a ese escrito de la premio Nobel. El lugar es el segundo texto suyo que leo, después de Pura Pasión y vuelve a acompañarme la certeza de que es una autora magnífica.
La historia sucede a finales de los sesenta, aunque el libro se publica en 2002. No quiero destripar la trama, si es que de veras hay algo así como una trama. Copio la sinopsis editorial y espero que sea suficiente en ese sentido:
En abril de 1967, la autora y protagonista, por entonces joven aspirante a profesora de secundaria, supera el examen de capacitación en un liceo de Lyon para orgullo (y recelo) de su padre, antiguo obrero que, procedente del medio rural y tras trabajar duramente, ha acabado convertido en propietario de un pequeño comercio en las provincias. Para ese padre, todo eso significa otro paso adelante en su difícil ascenso social; sin embargo, poco le dura esta satisfacción, ya que fallece dos meses después. Padre e hija han traspasado sus respectivos «lugares» dentro de la sociedad. Pero se han mirado entre sí con suspicacia, y la distancia entre ambos ha ido tornándose cada vez más dolorosa.El lugar se centra, pues, no sólo en los complejos y prejuicios, los usos y las normas de comportamiento de un segmento social de límites difusos, cuyo espejo es la culta y educada burguesía urbana, sino también en la dificultad de habitar en un espacio propio dentro de la sociedad.
Con su estilo sobrio, sin alardes estilísticos, Annie Ernaux hace una crónica de la relación con su padre fallecido (una crítica incluso considera la obra un diario de duelo), pero también, un estudio histórico, casi sociológico, de lo que supone cambiar de clase. En su caso específico, además, múltiples escenas y anécdotas autobiográficas muestran el dolor y el desasosiego de no pertenecer del todo ni a la de origen ni a la nueva. Por el camino se descubre, también, la pérdida del contacto con su familia. La educación no es solo instructiva, parece concluir. Modula de tal forma gustos y aversiones que la aleja definitivamente de las costumbres y perspectivas vitales de su progenitores y familiares. Y ahí hay una melancolía muy particular.
El texto trata muchos otros temas, como el lenguaje y los registros idiomáticos, la escritura, los avances sociales o el duelo que cité más arriba, porque con su estilo tan especial, a ratos resulta narrativo, otros expositivo y crítico. De ahí mi resistencia a denominarlo «novela».
En fin, que hay que leerlo, que merece la pena muchísimo.