
Andaba yo leyendo un artículo de Pérez Reverte, «Mujeres con tacones rotos» cuando me encontré un error de concordancia. Así, por las buenas, en el primer párrafo:
…están en su lugar acostumbrado, intentando sacarle algo a los turistas.
Pues sí. Pillé al experimentado periodista, afamado escritor y eximio académico comentiendo un error de principiante. Y es que el pronombre LE debería estar en plural. Porque LES se refiere al sustantivo turistas y debe concordar con él.
La verdad es que en la lengua oral es un error muy común. También que no es admisible en la más cuidada lengua escrita. Y que seguramente es una errata y no un problema gramatical del autor. Pero me sirve para ejemplificar uno de los problemas de concordancia más típicos del castellano.
Las clases de Lengua Española que pueblan todo nuestro sistema educativo insisten en que conozcamos ciertos conceptos y que apliquemos con soltura reglas gramaticales precisamente para eso: poder entender nuestro propio idioma y manejarlo con soltura. Aquí se ve cómo necesito apelar a la concordancia para explicar el error de Pérez Reverte. Es obvio que para otras cuestiones más peliagudas hay que echar mano de otros términos o procedimientos más complicados.
Un poco de gramática
En principio, la concordancia (o flexión) es un fenómeno gramatical que consiste en la coincidencia de accidentes (o variaciones) entre dos o más palabras variables. Así, por ejemplo, nombre y adjetivo pueden concordar en género (masculino/femenino) o en número (singular/plural): libro nuevo, ventanas rotas.
Las palabras invariables no necesitan concordar. Es lo que les pasa a las preposiciones (a, ante, bajo, con, contra…), conjunciones (pero, aunque…) y a los adverbios (muy, pronto…). Pero todas las demás tienen variaciones y deben concordar con las de su alrededor atendiendo a unas reglas específicas, en principio muy sencillas, pero con algunas singularidades que diferencian la lengua estándar de la lengua culta.
Son palabras variables, que tienen que concordar, por ejemplo, los determinantes (artículos como la, el, uno; demostrativos como este, ese y aquel y otros muchos). También varían y concuerdan los pronombres (tú, ellos, cual…), los nombres (casa, árbol, niño…), los adjetivos (bonito, inteligente, seria…) y, por supuesto, los verbos (cantar, reír, comer…)
Concordancias más habituales
- Para que una oración tenga sentido deben concordar sujeto y verbo, en número y persona: Los ciclistas ganaron poco tiempo/ Tú lo perdiste todo.
- Los pronombres concuerdan con su referente en género, número y a veces persona: A María la vi (femenino, singular, 3ª)/ a vosotros no os encontré (masculino, plural, 2ª).
- Y los determinantes con su nombre, de la misma manera: los campos, esta mesa, vuestro amigo, pocos minutos.
- Hay concordancia de género y número entre sustantivo y adjetivo: hierba fresca, árboles nuevos.
Un ejemplo especial para terminar
Hace poco me han puesto en cuestión un párrafo en el que dos nombres iban acompañados por un adjetivo en plural: intolerancia y fanatismo yihadistas. Que por qué no en singular, me preguntaban; que ese plural les parecía raro. Esta es la explicación gramatical:
Cuando hay dos sustantivos coordinados en singular, si se quiere añadir un adjetivo pospuesto y que acompañe a ambos, debe ir en plural. Esta manzana y esta ciruela rojas.
Si se usara el adjetivo en singular, solo se entendería que acompaña al último sustantivo. Así en Esta manzana y esta ciruela roja solo se considera roja a la ciruela.
Hay otra regla más si los dos sustantivos son de distinto género. Y es que el adjetivo debe concordar con ambos en plural pero siempre en masculino. Emocionaban su virtud y talento asombrosos.
“en Esta manzana y esta ciruela roja solo se considera roja a la manzana.” (?)
Más bien, a la ciruela.
Ay, sí, gracias.
Lo cambio.
Y desde el PC, porque lo que hago con el móvil no me sale todo lo bien que debería.