
Dicen que Juan Ramón Jiménez corregía palabras de sus poemas ya publicados cuando alguien le pedía una dedicatoria. Supongo que su afán de perfección era exagerado y su carácter un tantillo hipocondríaco. Esos libros suyos con los arreglos a mano deben ser ahora un tesoro, supongo. En todo caso, quería empezar con una anécdota entretenida y que viniera a cuento.
Por supuesto, mi situación no es la exactamente misma, y no solo porque no le llego ni a la altura del zapato a JRJ. Tampoco porque lo mío sea la narrativa y no la poesía. Lo cito porque empiezo a agobiarme con los últimos repasos de mi manuscrito y no querría llegar a una situación parecida ni de lejos.
Es lo malo de las primeras veces, es posible que sea la novatada de la primera novela. No sé, hay quien me dice que pasa siempre. Creo que el manuscrito ya está casi conseguido cuando se me ocurre algo más que cambiar o que añadir. Y como es un texto tan largo, darle una vuelta entera a las novedades me lleva demasiado tiempo.
Por otro lado me digo a mí misma que dónde está la prisa, que lo interesante es disfrutar del proceso. No hay nada más que amigos esperando este texto. No tengo un contrato, un editor o una fecha de entrega que me agobien.
Trabajo exhaustivamente dos días por semana, luego me dedico a otras cosas y de paso me doy margen para alejarme del texto y verlo con perspectiva. Es lento, lo reconozco, pero así estoy logrando buenos resultados en creatividad y en correcciones.
El punto final ya está puesto. Ahora me quedan los retoques: terminar de pulir todos los hilos y entresijos, embellecer o podar algunas escenas, revisar las cacofonías que regresan por oleadas cuando ya las creo totalmente extinguidas.
Cuando entregué al editor mi único libro publicado, me comentó que los autores suelen agradecer una fecha límite porque si no jamás terminarían de hacer arreglos. Quizás me está pasando eso. Tal vez debería darme a mí misma un límite.
En el fondo o en el subconsciente creo que lo tengo. Esto estará listo antes de Navidad. Sí o sí. Porque en enero, como Isabel Allende, me propongo empezar otro proyecto.
Marisol, comparto tu punto de vista. Alguna vez escuché decir a José Emilio Pacheco, uno de los poetas esenciales de México, y el mundo, de alguna manera, que el escritor publicaba para no seguir corrigiendo. Lo cierto es que realmente no sé si él dijo eso, o fue Alfonso Reyes, o Carlos Fuentes, pero en cualquier caso, quien lo haya dicho, tenía razón. No hace mucho, un hermano, músico y quien solía componer canciones, letra y música, me preguntó cuándo estaba yo seguro de que un relato llegaba a su fin, lo único que pude decirle fue que era más intuitivo que racional, y que se corren muchos riesgos si se cree que puede alargarse un texto, desde echarlo a perder, hasta perder interés. Nunca se sabe. Lo que sé de cierto, es que reescribir, dejar respirar el texto y volver a él, nos ofrece siempre otro enfoque, surgen nuevas ideas, nuevos derroteros, y que aventurarse por ellos no siempre traerá mejores resultados. No obstante, es raro que un escrito quede a la primera, de forma perfecta, porque la perfección, en narrativa, no existe, al menos, no creo que sea eso lo que se persigue al escribir una novela, un relato, un poema. Así que, insisto, los puntos finales solo se ponen por cansancio, quedando siempre la idea de que podría ser mejor un punto y seguido, y dejar el final abierto a la interpretación del lector. Leí recién una novela de Joyce Carol Oates, «Riegos de los viajes en el tiempo», su final no me pareció de lo mejor, incluso puedo decir que me decepcionó un poco. No obstante, al pensar en la redondez de toda la novela, pensé que lo de menos era el final, que su magia estaba en el recorrido seguido por el personaje y el lector que lo acompañaba en cada paso y que valió la pena hacerlo así, sin llegar a ninguna meta.
Te deseo de verdad que pienses en la redondez del texto, así como deseo, lo más pronto posible, acompañar a tus personajes, en su camino.
Recibe un saludo, desde la tibia tarde de la Ciudad de México.
José Antonio
Gracias, JA, eres un amigo. Ya enseguida te mando el texto para ver qué te parece.
Un abrazo desde un Madrid muy lluvioso y otoñal.
Muy bien, Marisol, espero ansioso tu novela. En diciembre, después del 9 tendré disponibilidad de tiempo para leerla con cuidado y gran interés. Como sabes, soy un lector casi compulsivo, leo ahora un par de libros, generalmente por las noches, pero en diciembre podré hacerlo desde temprano, así que no dudes en enviarme tu novela una vez que te quede fácil hacerlo.
Recibe un abrazo fuerte
JA