Sobre los gentilicios

Definición

El gentilicio es un adjetivo que «denota relación con un lugar geográfico»,​ ya sea por barrio, pueblo, ciudad, provincia, región, país, continente, o cualquier otro lugar o entidad política. El adjetivo gentilicio se puede sustantivar, es decir, se puede referir a una persona mencionándola únicamente por su gentilicio y así se puede decir correctamente el madrileño (en lugar de decir: el ciudadano madrileño), la inglesa, etc. Los gentilicios ordinarios de nuestra lengua se forman con una larguísima variedad de sufijos. Los más usuales (por supuesto con sus correspondientes variantes femeninas) son:

  • -ano, como en zamorano
  • -ense, hispalense
  • -eño, cacereño
  • -és, leonés
  • -í, mallorquí
  • -ino, salmantino

Origen de los gentilicios

Casi todos los gentilicios proceden del topónimo (el nombre el lugar) al que se refieren. Así de Madrid, madrileño o de Segovia, segoviano. El asunto se pone difícil cuando el topónimo es latino (a Sevilla la llamaron Hispalis los romanos y de ahí hispalense, o el helmántico variante del salmantino). Y ya se complica del todo cuando las lenguas de procedencia nos son todavía más ajenas, como la de los fenicios  que llamaron Onuba a la que ahora denominamos Huelva, y que dio lugar al gentilicio onubense.

He puesto ejemplos únicamente españoles y sólo con ellos podría escribir varios artículos. Dudas sobre los gentilicios de otros países llenan páginas de la Fundeu y de la RAE.

Gentilicios más usuales

Saberse al menos los gentilicios de cada región, comunidad autónoma y capital de provincia debería ser indispensable para cualquier ciudadano medianamente ilustrado de nuestro país. Como profesora de secundaria y bachillerato lo trabajo siempre. Y es curioso que los aficionados al fútbol suelen saber más gentilicios que la media. Supongo que porque se los oyen a los periodistas deportivos. Es famosa, y pertenece ya a la historia de la docencia de mi asignatura, la prueba de Selectividad que preguntó en Madrid por el significado del adjetivo pucelana en el año 94:

Clara Sanz, de 19 años, preguntaba a la salida del examen de selectividad de Lengua y Comentario de Texto: «¿Qué significa pucelana?». Ella había dejado en blanco esa respuesta en la prueba de Lengua. Clara -uno de los dos alumnos que narró diariamente en El País Madrid sus experiencias durante los exámenes- desconocía el significado de este gentilicio (mujer de Valladolid), que no figura en el Diccionario de la Real Academia. «No lo había oído en mi vida», aseguraba esta alumna de Letras. (…) Conseguir los dos puntos adjudicados a esa pregunta resultó más fácil para los aficionados al fútbol, predominantemente hombres, quienes conocían la palabra pucela de oírla corear a los hinchas del Real Valladolid de fútbol, o del Fórum de baloncesto, o de escucharla de labios de los comentaristas de los partidos en radio y televisión. A José Luis Madrid, de 18 años, el estudiante de Ciencias que también contó diariamente a este periódico sus avatares para acceder a la Universidad, pucelana le sonaba a chino.

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¿Complemento directo o de régimen?

Al redactar el título del artículo anterior me surgió la duda. ¿Qué debía escribir: la realidad supera la ficción (complemento directo) o la realidad supera a la ficción (posible complemento de régimen)?

Estuve un rato reflexionando. Qué curioso, si usaba a su lado un régimen (superar en algo) se me hacía necesaria la preposición a (a la ficción), sin embargo, en los dos casos la ficción siempre sería complemento directo, porque acepta la prueba de pasiva (la ficción es superada) y la pronominalización (la supera).

¿Pero y si es que cuando se usa la preposición a con este verbo estamos ante un régimen? Porque la verdad es que los límites entre ese complemento y el directo son a menudo muy finos. ¿Hay diferencia semántica entre superar algo y superar a algo? ¿Se puede usar superar a como verbo que precisa un régimen si no se incluye el otro ya citado, si no se explicita en qué se consigue esa superación? Porque, está claro, si se usan ambos complementos, entonces a introduce un directo.

En estas dudas filológicas echo en falta a mis compañeros de trabajo: este asunto daría para una charla durante el café de la mañana. Así que desde aquí os invoco a todos los que os sintáis llamados a la tertulia lingüística, ¿que os parece la realidad supera a la ficción, directo o regido?