
«Es muy difícil escribirte en tu aniversario, Rodrigo.
Intento no ponerme a recordar el día fatídico de tu muerte injusta, porque tú fuiste y eres mucho más que eso. No siempre lo consigo.
Busco los recuerdos serenos y dulces del tiempo que compartiste con nosotros, pero no me bastan para llenar el vacío tremendo que quedó tras tu marcha.
Cuido a tu padre y a tu hermano, y te abrazo con ellos.
Contemplo las vidas de los amigos que nos dejaste, y te abrazo con ellos.
Enseño a mis alumnos, trabajo con mis compañeros, y te abrazo con ellos.
Leo, como tú hacías, y te sueño en los mundos de ficción, y te abrazo en ellos.
Escribo, y te amo en los universos que yo creo, y me abrazas y te abrazo en ellos.
Te llevo siempre en el alma y en los labios, pero te quiero con las cosas cotidianas que hacemos aquí, mientras te esperamos. Y te abrazo con todas ellas.
Hijo querido, seguimos echándote en falta. Fuiste un regalo maravilloso y fugaz. Nunca te olvidamos. Vuela alto.»