
Subían ya otros ponentes al estrado mientras yo me acercaba al puesto de la Librería Campana, donde hablé un poco con los que me pedían dedicatorias y firmé unas decenas de libros.
Hago mención especial de los amigos de Monchu, que llenaron la carpa y la fila de demandantes de firmas.
También de dos auxiliares de enfermería del Gregorio Marañón que vivieron las emergencias de aquel jueves maldito y estaban en la Semana Negra de casualidad, pasando las vacaciones y muy impactadas por la coincidencia. Les conté que nosotros también buscamos a Rodrigo en aquel hospital, sin éxito, durante las primeras horas de desconcierto. Nos dimos un abrazo.